01 março, 2007

Conversación con el sujeto. El retorno de Franz Hinkelammer

Por Idania Trujillo y Abel Moya
Revista La Jiribilla - Cuba


En 1933, mientras el pequeño Franz J. Hinkelammert daba sus primeros pasos en la vida, estudiantes nazis arrojaban libros “judeo-marxistas” o “antialemanes” a una gran hoguera en la Orpenplatz de Berlín. Lejos estaba entonces, el autor de El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido (Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2006) de imaginar que dedicaría gran parte de su vida, precisamente, a escribir libros, a investigar e impartir clases.

Nacido en Alemania en 1931, descubre América Latina con 32 años. Chile, en particular, le fascina. Allí trabaja como profesor de la Universidad Católica. Luego del golpe militar al presidente Salvador Allende regresa a Berlín; pero solo por un breve período. En 1976, vuelve nuevamente a América. Esta vez viene como director de Postgrado en Política Económica en la Universidad de Honduras e investigador del Consejo Superior Universitario Centroamericano. En la actualidad vive y trabaja en Costa Rica donde integra el equipo de investigadores del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI).

Entre su obra ensayística más reciente se encuentran El grito del sujeto (1998), El huracán de la globalización (1999), Crítica de la razón utópica (2002) y El sujeto y la ley…, ahora en manos de los lectores cubanos que asisten a la XVI Feria Internacional del Libro de La Habana, gracias a la Editorial Caminos del Centro Memorial Martin Luther King que preparó esta nueva edición.

Pero más allá de su extensa e intensa obra y de su vasta cultura, Hinkelammert es un hombre que sabe evadir con mucha habilidad títulos y calificativos al uso. Sencillo, locuaz y con un peculiar sentido del humor, no oculta su pasión por el conocimiento y su inmenso amor por la humanidad.

Gran parte de su vida la ha dedicado a investigar, a hacer análisis, llegar a conclusiones categoriales, proponer definiciones, ¿cómo se autodefiniría: economista, filósofo, investigador, profesor, teólogo…?

Soy sencillamente un pensador. Empecé siendo economista pero luego me interesé por investigar sobre las relaciones entre las ideologías, las utopías y la economía. Y como el campo de investigación se fue haciendo cada vez más amplio, obligadamente tuve que acercarme a otras disciplinas como la filosofía, la propia teología, pero siempre con el intento de integrar todo ese conocimiento. Si me quieren llamar teólogo, no me siento ofendido, ya que por el contenido que encierra esa palabra, de hecho lo soy. A decir verdad, no creo mucho en eso de las definiciones. El mundo, la vida es mucho más compleja. Pero ya que insisten, me siento más cómodo como pensador.

¿Qué relación establece entre historia y sujeto, y sujeto hacedor de la Historia?

La historia escrita por los vencedores no es la del sujeto, es la otra; y nuestra historia escrita normalmente es esa. Para recuperar la historia, nuestra historia, hay que hacerlo a partir de los derrotados porque ahí está quizá el elemento que más la mueve. Entonces aparece el punto de vista de lo subjetivo, del sujeto, que constantemente es derrotado. La derrota es parte del sujeto. Los vencedores tienen la posibilidad de escribir su propia historia, pero siempre excluyen la historia de los derrotados, de los oprimidos y excluidos. Stalin, por ejemplo, eliminó a Trotski. Y así ha sucedido en todos los tiempos. Es la historia escrita por los vencedores. Lo más importante es rescatar y reconstruir esa historia desde el propio sujeto, desde el vencido, el excluido, el pobre, el oprimido.

En su libro El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido usted reflexiona sobre la sociedad y sus problemas desde la perspectiva de ese sujeto reprimido, excluido, analiza los problemas del hombre y de la humanidad en su sentido más abarcador y complejo, ¿cree que es posible la vuelta, el retorno del sujeto excluido a la obra humana, trascendente y transformadora que está aún por hacerse?

Parece una tarea muy difícil; pero se logra ese retorno del sujeto o la historia está perdida. Cuanto más se desarrolle la conciencia de esa necesidad más pronto encontraremos alguna salida. Estoy convencido de que hay salida, pero es difícil asegurar cuál será esa o esas salidas. La apariencia indica que no hay, pero las apariencias en la historia siempre son equívocas.
Si se analiza históricamente esta categoría siempre es contraria a lo que efectivamente va a ocurrir. Ahí tienen el ejemplo de los sucesos de mayo del 68 en Francia, ¿quién podría imaginar, pensar en 1967 lo que sucedería un año después? Se dan cuenta de la relación entre apariencia y realidad. Y eso se ha dado a lo largo de toda la historia de la humanidad: la Revolución francesa, la Revolución rusa… Se trata de que todos los seres humanos pongamos nuestro grano de arena para que pueda pasar algo, para encontrar una salida. Yo soy optimista y creo que no están perdidos los esfuerzos que hacemos aunque aparentemente sean poquísima cosa.

El sujeto regresa, sin embargo, la teología al servicio del imperio como la sociedad regida por la leyes del mercado, persiste en el intento de aplastarlo, ¿qué elementos no pueden faltar en la elaboración de una teología que acoja y promueva al sujeto excluido y oprimido que retorna?

Lo primero que les diría es que Dios dejó de ser un ser trascendente que maneja todo desde arriba. Dios es parte de la humanidad, está en el interior de lo humano. Hay un interior que trasciende. El reino de los cielos está entre nosotros. Es decir, Dios se hizo humano, el reino de los cielos es ahora un asunto humano y si no lo agarramos aparece lo que dice Sartre “el otro es el infierno” o “el infierno es el otro”. La cuestión es que tenemos que escoger, hacer una opción; pero tanto el reino de los cielos, como el infierno está entre nosotros. No está en el más allá, como tampoco Dios está en el más allá; está en el sujeto, donde están estas definiciones, ahí está Dios. No está arriba, sino aquí abajo.

Como afirma en su ensayo “Economía y teología. Las leyes del mercado y la fe”, generalmente se piensa la economía y la teología como disciplinas antagónicas; sin embargo, como bien nos advierte, ambas especialidades se corresponden para servir a unos u otros sectores de la sociedad. En este momento de globalización neoliberal y empuje liberador de los movimientos sociales, ¿cuál debería ser el papel de la teología, y en específico, de las teólogas y teólogos?

No creo que sean antagónicos. En determinado momento sí lo fueron pero el pensamiento teológico en tanto está siempre muy cerca de la vida; y los medios de la vida y la economía están en una constante relación —aunque no sea consciente, lo están— para mí siempre ha sido un punto de vista interesante ver esta conexión, ver los conflictos, es decir, hacer teología de la vida, pero también hacer economía para la vida.

Una teología de la vida exige una economía para la vida y entonces se entra en lo económico y en su visión. Saben, las teólogas y teólogos tendrían que darse cuenta de algo: “Dios, hazte humano” y desde esta perspectiva penetrar en la economía, las relaciones sociales, la naturaleza, toda la diversidad del mundo y de los seres humanos. Es decir, “hazlo como Dios, hazte humano”. Creo que la principal tarea para las teólogas y teólogos de hoy es darse cuenta de que hasta Dios se hizo humano. De modo, que el centro es hacerse humano también desde lo teológico.

¿Qué desafíos advierte para las comunidades de fe que optan por una alternativa de denuncia contra las estrategias globalizadas del imperio?

Lo primero es que cada vez son menos las iglesias que optan por un punto de vista crítico. Las iglesias no creen que Dios se hizo humano. Eso es una novedad del siglo XXI, como lo ha sido en todos los siglos, algo que siempre vuelve como novedad; y las iglesias, por su estructura eclesial, quieren un “Dios del otro mundo”, no de este mundo; sin embargo, Dios se hizo humano en este mundo. De manera que este es un conflicto que se manifiesta en todo momento. Ese conflicto puede ser muy duro interiormente. He vivido conflictos de este tipo y son, a veces, de una dureza grotesca.

En su afán por superar el escándalo de la “desunión” las iglesias vinculadas al movimiento ecuménico persiguen sentar las bases para una iglesia cristiana unida, este esfuerzo no pocas veces las separa cultural y espiritualmente de muchas cristianas y cristianos en el mundo, es decir se invisibiliza al “sujeto”, ¿qué entiende por ecumenismo y cuáles deberían ser sus objetivos frente a los intentos imperiales por homogeneizar el mundo bajo la impronta del mercado?

El ecumenismo no debe verse como una simple declaración de “algo que tenemos en común”, es un concepto que va más allá de esto, es lo que he llamado “el punto de vista del sujeto como centro de comunicación. Miren, Lévinas tradujo el “mandamiento del amor al prójimo”, una buena traducción sería algo así como “ama a tu prójimo, porque tú lo eres”. Para mí ese es el verdadero ecumenismo, que va más allá del cristianismo porque no es justamente cristiano sino humano.

El ser humano se hace humano a partir de este punto de vista y es ahí donde radica para mí lo ecuménico. Fíjense ustedes, en las tradiciones indígenas es muy fuerte este sentido de la vida aunque no sean cristianas.

Hablé hace un rato en las reflexiones que motivaron mi presencia en esta XVI Feria Internacional del Libro de La Habana a propósito de la presentación de mi libro, de las tradiciones africanas. Las tradiciones africanas son profundamente ecuménicas. Para mí el verdadero ecumenismo va más allá de fronteras y de religiones. Yo creo en el ecumenismo de lo humano. Dios no se hizo cristiano, se hizo humano y ahí está su humanidad.

En manos de las estrategias del imperio, la Biblia parece servir para justificar sus pretensiones de legitimidad y universalidad, sin embargo, en manos del pueblo pobre, excluido y oprimido la Biblia se convierte en un instrumento que motiva la lucha liberadora, ¿qué opinión le merece el papel un tanto ambiguo de las Escrituras?

Toda Escritura es ambigua. No hay Escrituras unívocas. Esa es también una de las ventajas de la Biblia, es decir, no elimina el punto de vista del otro. No está a la altura de lo que la persecución quiere, y, por consiguiente, sale ambiguamente. Hay que leer la Biblia pero cada quien es responsable por lo que dice. Tú no puedes responsabilizar a la Biblia por tus actos, aunque a partir de la Biblia percibes tu punto de vista; pero este punto de vista también se refiere a la Biblia. Es como Bush: “Dios me dijo que tenía que intervenir en Iraq”. ¡Qué sarcasmo! El discernimiento es de uno mismo, no es del texto. El texto no da su propio discernimiento. Eso es normal, no es un reproche. Por eso la copia de edición siempre es ambivalente. Da una vuelta y da otra vuelta; y, por lo tanto, hay una constante discusión, un conflicto. Siempre hay relecturas.

¿Qué desafíos plantea a las iglesias una teología que acoja y promueva al sujeto reprimido?, ¿sobre este tema, pudiera hacer algunas observaciones a las iglesias cubanas y al movimiento ecuménico en nuestro país?

El problema básicamente siempre es el mismo: la tentación de transformar nuevamente a Dios en un ser que está en el más allá y dicta a partir de ahí. Esa es la gran tentación de toda iglesia, de toda institución, de toda autoridad. Las autoridades quieren un Dios que esté siempre en el más allá porque el Dios que está en lo interior molesta todo el tiempo, hace revisiones, es un conspirador, es un hereje. De modo, que la tentación de construir un Dios que siempre esté arriba es algo muy cómodo. La autoridad quiere un Dios que sea autoridad y no un Dios que contradiga. Es obvio. Esta tentación aparece en las iglesias y mientras más fundamentalistas sean, más cerca están de esa tentación.

¿Y en cuanto al movimiento ecuménico en Cuba?

Eso no podría responderlo, pues no conozco con profundidad la situación de las iglesias en Cuba; pero supongo que aquí también hayan entrado las corrientes fundamentalistas, de manera que si es así está también presente el tema de esa tentación que les comenté.+ (PE)

07/03/01 - PreNot 6514
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