12 outubro, 2006

Comentário à Parábola do Grão de Mostrada

Por: Luiz Eduardo Prates da Silva

Gostaria de contribuir com este Blog, com um texto que encontrei quando preparava uma mensagem sobre a Parábola do Grão de Mostarda. O autor é William Barclay, que como sabemos, faz um comentário mais hermenêutico do que exegético. Porém achei interessante para este momento em que vivemos, de fundamentalismos e exclusivismos. A segunda parte do comentário está mais relacionada à questão racial, mas, nas suas entrelinhas também podemos ‘ler’ as diferenças culturais, etc.

O texto está em espanhol e minha intenção era traduzi-lo para este blog, porém ainda não consegui fazê-lo, devido às múltiplas atividades.

Um abraço a todos/as

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Comentário à Parábola do Grão de Mostrada (Mc 4.30-32) por William Barclay

(…) Esta parábola nos habla del Imperio de la Iglesia. El árbol y las aves, como hemos visto, representan al gran imperio y a todas las naciones que buscan refugio en él. La Iglesia comenzó con un individuo pero terminará abarcando al mundo entero. Hay dos sentidos en los que puede afirmarse que esto es verdad. (a) La Iglesia es un Imperio en el cual pueden encontrar su lugar todas las clases de opiniones y de teologias. Tenemos la tendencia de clasificar como hereje a todo el que no piensa como nosotros. Juan Wesley fue el mayor ejemplo de tolerancia en el mundo. "Pensamos", dijo, "de objetar las ideas de aquel que piensa de manera diversa a la mía, del mismo modo como no puedo calificar de ridículo al hombre que usa una peluca mientras yo uso mi propio cabello" Wesley saludaba a quienes le salían al paso diciéndoles: "Tu corazón es como el mío? Entonces, dame la mano!" Es bueno tener la seguridad de estar en lo correcto, pero eso no significa que debamos pensar que todos los demás, que no piensan como nosotros, están equivocados (b) La iglesia es un imperio en el cual se encuentran todas las naciones. Una vez se estaba construyendo un nuevo templo. Una de sus características era que tendría un gran vitral de riquísimos colores. La comisión que estaba a cargo de la construcción buscó durante mucho tiempo un texto para ese vitral, hasta que finalmente decidieron usar aquellas líneas de un himno que dicen:

"Alrededor del trono celestial del padre miles de sus hijos cantan..."

Contrataron a un gran artista para que diseñara el modelo del cual se copiaría el vitral. El artista se puso a trabajar en el encargo y terminó amando profundamente su obra. Cuando terminó el dibujo, fatigado, se fue a dormir. Pero durante la noche le pareció que escuchaba ruidos; le pareció, quizá en sueños, que se había levantado e ido hasta su estudio para ver de qué se trataba. Allí se encontró a un hombre que tenía la paleta en una mano, un pincel en la otra, y estaba retocando el cuadro. "Deténgase, arruinará mi obra", le dijo el pintor. " Pienso, contestó el extraño, " que usted ya casi la había arruinado. "Qué quiere decir?", preguntó extrañado el artista. "Pues bien, en su paleta tiene usted muchos colores, pero ha usado solamente uno para pintar los rostros de estos niños. Quién le ha dicho que en el cielo solamente hay niños de rostro blanco?" "Nadie, simplemente se me ocurrió que seria así." "Mire" dijo el extraño, "haré que algunos de los rostros sean amarillos, y otros castaños, y otros negros, y otros rojizos; todos estos están allá, pues todos han respondido a mi llamado." "Su llamado?" dijo el artista. "Quién es usted?"

"Una vez, hace mucho tiempo", dijo el extraño sonriendo "dije: Dejad que los niños vengan a mi, no se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de los cielos... y todavía hoy lo sigo diciendo." Y el artista supo que el extraño era el Señor en persona. En el momento que lo supo, su presencia se desvaneció. El cuadro era mucho más hermoso ahora, con sus rostros de pequeños negritos, de niños orientales con los ojos almendrados y la piel amarilla, rojizos indios de América y árabes con la pie quemada por el Sol y la arena. Y también algunos niños blancos. Por la mañana, cundo el artista despertó de su largo sueño, fue corriendo al estudio par ver nuevamente su obra. Estaba tal como él la había dejado al darla por concluida. El encuentro con el Maestro había sido una visión y un sueño. Aun cuando ese mismo día la comisión vendría para ver el resultado de su encargo, tomó la paleta y los pinceles y furiosamente se puso a pintar los rostros de distintos colores, representando todas las razas de todos los niños que hay en el mundo. Cuando finalmente llegaron sus visitantes opinaron que la obra era hermosísima, y uno de los miembros del grupo dijo: "Es la gran familia de Dios con su padre". La Iglesia es la familia de Dios: y esa Iglesia que comenzó en Palestina, pequeña como la semilla de la mostaza, tiene suficiente lugar para que entren en ella todas las naciones de la Tierra. No hay barreras en la Iglesia de Dios. El hombre ha levantado las barreras. Dios, en Cristo, las ha destruido.

BARCLAY, William. MARCOS : El Nuevo Testamento comentado por William Barclay. Buenos Aires : Editorial La Aurora, 1974. pp 124 – 126. - Colaboração de Luiz Eduardo Prates da Silva (com auxílio de Elaine Cesar)

Rev. Luiz Eduardo Prates da Silva
Coordenador da Pastoral Universitária e Escolar
Universidade METODISTA de São Paulo
luiz.prates@metodista.br