04 março, 2008

Diferentes, sí. ¿Distantes también?

Por Harold Segura

Costa Rica. (*)

A propósito de la reciente crisis directiva del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI)

Duele saberlo, pero las viejas querellas y consabidas distancias entre los ecuménicos de larga data y el movimiento “evangelical” (evangélicos conservadores) no son cosa del pasado, como algunos con optimismo ingenuo habíamos creído. “Esas distinciones pertenecen al pasado. Las diferencias ya no existen. Esta es una nueva realidad”, es lo que me habían dicho; pero no es cierto.

Lo digo pensando en la crisis directiva surgida hace pocos días en las filas del CLAI. Israel Batista, Secretario General, renunció junto a los secretarios regionales Jairo Barriga (Caribe), Eduardo Chinchilla (América Central), Elizabeth Salazar (Andina) y los Coordinadores de Programas Ángel Luis Rivera (Fe, Economía y Sociedad) y Carlos Tamez (Medio Ambiente), y la Directora Administrativa Akacia Gualán. Se sabe, por fuentes confiables, que Marcos Murillo (Pastoral Indígena) también hubiera renunciado de estar presente en el momento de la decisión.

Algunas agencias de noticias señalaron que las renuncias se debieron a diferencias de orden gerencial y administrativo. Esa es una verdad a medias. En el fondo lo que hubo fue una profunda discrepancia entre dos formas —respetables ambas— de concebir el ecumenismo.

Primero, los que creen, como Batista, en un ecumenismo amplio que conjugue los esfuerzos de los más disímiles sectores y acerque a los “ecuménicos-históricos-institucionales” de siempre y a los “evangélicos-neoecuménicos-ambiguos” de ahora (acepto penitente que entre estos últimos me encuentro yo). Y, segundo, los que piensan que el ecumenismo debe ser sólo para los “ecuménicos”. Es decir, los que creen que quienes son diferentes también deben mantenerse distantes.

La verdad es que, aunque los dos sectores (“ecuménicos y evangélicos”, para usar la clásica pero imperfecta distinción) se han acercado en los últimos años, no por eso se han eliminado sus discrepancias. No se puede “tapar el sol de los desacuerdos con el minúsculo dedo de la unidad”. Las iglesias de tradición ecuménica y las llamadas evangélicas (conservadoras muchas, fundamentalistas otras, conservadoras críticas algunas -1-) difieren en sus enfoques teológicos, en sus modelos de pastoral, en sus fuentes de financiamiento y en sus opciones políticas, entre otras tantas.

No es lo mismo, por ejemplo, el CLAI que CONELA (2) ; ni ASEL (3) que Visión Mundial; ni CETELA(4) que AETAL.(5) Quién se atrevería a decir, en nombre de los recientes acercamientos, que ya no hay diferencias entre el ilustre José Míguez Bonino y el multitudinario Luis Palau, o entre el insigne Federico Pagura y el insólito Carlos “Cach” Luna, o entre la distinguida Ofelia Ortega y la popular Cindy Jacobs. El sólo escribir estos nombres en una misma lista produce turbación. Han sido y siguen siendo diferentes. “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”; verdad de Perogrullo.

Las divergencias son indudables, aunque hasta ahora, no sé por qué razones, se habían mantenido “a la sombra”. Eran más conocidas y públicas veinte años atrás, cuando la “guerra fría” también sucedía dentro de los sectores evangélico-protestantes de América Latina y el Caribe. Entonces todo era muy claro: quién pertenecía al CLAI era porque no tenía nada que ver con CONELA (a un lado Emilio Castro y al otro Alberto Mottesi); o los que participaban de las reuniones de la Unión Latinoamericana de Juventudes Evangélicas (ULAJE) era porque no tenían ningún acercamiento institucional con la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (a un lado Néstor Míguez y al otro Samuel Escobar).

Las fronteras eran claras, y conjugo el verbo en pasado, porque de un tiempo para acá se han hecho más difusas y ya nadie sabe a ciencia cierta quién es quién y a qué lado se encuentra. Por ejemplo, algunos reconocidos militantes de la Teología de la Liberación se muestran ahora simpatizantes del neo-pentecostalismo y hasta reniegan de la opción preferencial por lo pobres seducidos por el pragmatismo de las cifras. Los conozco, los he visto y no lo creo.

También hay fundamentalistas de vieja data que hablan de trasformación social y hasta leen al padre Gustavo Gutiérrez. Los conozco, los he visto y me confunden. El panorama religioso mutó de repente, sin pedir permiso y las viejas tipologías se reconocieron incapaces de contener la magnitud de las contradicciones.

En ese nuevo panorama de aproximaciones sorpresivas y mutaciones imprecisas Israel Batista, atento a los nuevos tiempos, jugó un papel protagónico. Como Secretario General del CLAI fue gestor de diversas iniciativas inter-eclesiásticas e inter-institucionales. Fui testigo de excepción de muchos de sus proyectos y acompañante decidido de su visión inclusiva, pastoral y valiente.

Alrededor del CLAI se sumaron otros con igual perspectiva de la unidad: la Fraternidad Teológica Latinoamericana, Sociedades Bíblicas Unidas, Sociedad Bíblica Internacional, Foro Iberoamericano, Visión Mundial y, el más reciente, CONELA (esta última, al parecer, es la verdadera “piedra de escándalo”). Las diferencias parecían ser cosa del pasado. Son nuevos tiempos, decíamos. Lo que nos une es más que lo que nos separa (muchas veces se citó la manida frase). El CLAI, entre sus nuevos proyectos, invitó a un grupo de teólogos y teólogas de diferentes matices para que conformaran la Comisión Teológica Latinoamericana (tengo el enorme privilegio de ser parte de ella).

Con ese mismo espíritu de “ecumenismo intrépido” a Israel se le ocurrió un día que podíamos sentar en una misma mesa a más de veinte instituciones de educación teológica que hasta ese momento habían permanecido separadas por su historia y perspectiva. Fue hace cinco o seis años cuando le escuché a Israel esa idea; y la apoyé desde el inicio (en representación de Visión Mundial Internacional). Y el sueño se cumplió: El ISEDET (6) junto al SEMISUD (7), la UBL (8) con SETECA (9). ¡Quién lo hubiera creído! Como estos, hubo otros proyectos de “nuevo ecumenismo”.

El tren de la unidad saltó los rieles establecidos y se aventuró hacia nuevos rumbos tratando de apurar el paso para no llegar tarde a la cita con la Historia. A veces parecía firme y seguro en su ritmo; a veces incierto en cuanto al destino final, pero siempre circulando sin detenerse en las estaciones fijadas por la tradición institucional. Sólo, hasta hace pocos días, cuando se conoció la noticia de la renuncia de Israel y de los otros directivos, a los pasajeros y pasajeras del tren se les recordó que hay retenes que no se pueden esquivar, y normas que no se pueden evadir sin arriesgar la aventura. Son los retenes de la institucionalidad ecuménica. Los retenes que en este alto nos recuerdan que no por viajar en el mismo vagón todos los pasajeros son iguales (principio con el que concuerdo plenamente).

El reto está ahí: ¿intentará la nueva Junta Directiva del CLAI detener este tren en plena marcha (esto en el supuesto caso de que se crea la única propietaria de la locomotora)? ¿Intentará bajar (por lo menos de su vagón particular) a los nuevos pasajeros, a los que no habían estado antes de Israel, para regresar al reducido aunque cómodo vagón de “clase exclusiva”?

En la decisión está en juego, no el futuro de las iglesias (valga decir que el CLAI representa un mínimo porcentaje del protestantismo-evangélico del continente), sino el del Consejo mismo como fermento de unidad y de reconciliación. Está en juego su capacidad para conjugar diálogo (para disipar los malentendidos) y dialéctica (10) (para mantener la necesaria alteridad entre los diferentes). Se pone a prueba, entonces, la capacidad del CLAI para afirmar las diferencias, sin que eso signifique un regreso triste al pasado de las distancias irreconciliables.

La esperanza me acompaña ¿por qué no esperar que esta crisis directiva del Consejo sirva para que salgan a la luz las diferencias, se reconozcan las coincidencias y se afirme el compromiso de seguir transitando los sinuosos caminos de la unidad?.+ (PE/Lupa Protestante)

[1] Acertada distinción que hace Luiz Longuini Neto en: El Nuevo rostro de la misión. Los movimientos ecuménico y evangelical en el protestantismo latinoamericano, Editorial Sinodal-CLAI, Quito, 2006.

[2] CONELA: Confraternidad Evangélica Latinoamericana.

[3] ASEL: Asociación Social Ecuménica Latinoamericana.

[4] CETELA: Comunidad de Educación Teológica Ecuménica Latinoamericana y Caribeña.

[5] AETAL. Asociación de Educación Teológica en América Latina.

[6] ISEDET: Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos, Argentina.

[7] SEMISUD: Seminario Ministerial Sudamericano, Ecuador.

[8] UBL: Universidad Bíblica Latinoamericana, Costa Rica.

[9] SETECA: Seminario Teológico Centroamericano, Guatemala.

[10] Juego de palabras usado por el Cardenal Walter Kasper en su reciente libro Ecumenismo espiritual. Una guía práctica, Editorial Verbo Divino-Editorial CLIE, 2007, p. 121.

(*) Publicado en Lupa Protestante, España, fechado el lunes 3 de marzo de 2008

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