02 fevereiro, 2008

¿Que Ecumenismo sera necesario en America Latina?

Por Oscar Bolioli (*)

La Conferencia Misionera de Edimburgo en 1910 fue un anuncio de desastre para América Latina.

La delegación alemana argumentó, con éxito, que el continente latinoamericano no era campo de misión, pues ya estaba convertido al catolicismo. La mayoría de la delegación norteamericana regresó entre confusa y frustrada. Esa frustración dio paso a que 30 Juntas Misioneras decidieran organizarse para convocar a una Consulta Panamericana, que se concretó en la Consulta de Panamá en 1914.

Según Luis Odell, dirigente metodista uruguayo, allí "puede decirse que dio comienzo al movimiento de cooperación evangélica en el continente" En Panamá se confirmó al Comité de Cooperación en América Latina (CCLA), que había organizado el evento, para realizar tareas de coordinación y promoción conjuntas. El CCLA fue la verdadera antesala del ecumenismo latinoamericano.

En 1920 se crea un acuerdo de "ocupación de territorios" que, más allá de la impresión que dan esas palabras, fue un intento de civilidad para evitar la competencia entre las Agencias en la realización de sus trabajos. Dos consultas, la de Montevideo en 1925 y la Habana en 1929, se abocan a la creación de de una agenda latinoamericana, especialmente la de la Habana.

Temas como el Proyecto Liberal, el Concepto Protestante de la Libertad, el Indígena, van cambiando el perfil de esta aventura común acompañado del importante énfasis en la educación y la construcción de escuelas. En esas instancias comienzan a crearse las Federaciones de Iglesias a niveles regionales.

Esta construcción se produce sobre la base del aporte de las primeras misiones protestantes y comunidades de migración protestante. Un hecho que se produce desde la segunda mitad del siglo XIX. Muchas de ellas fueron bienvenidas y no pocas reclamadas por los gobiernos nacionales que procuraban la "modernización de nuestras sociedades" y también, terminar con el control absoluto de la cultura católica.

Los conceptos de libertad y democracia del protestantismo fueron abrazados por la clase intelectual, en medio de las corrientes que debatían el liberalismo, positivismo, racionalismo y -¿porque no?- también de la masonería. Es un tiempo donde el Evangelio tiene algo que decir en las circunstancias de la vida y cultura de las personas. No primaba lo numérico, sino el impacto que daba en el aporte de las ideas. En aquella sociedad tradicional, el encuentro de las Iglesias protestantes con el liberalismo y la masonería fue subversivo.

Debe destacarse que en todo este proceso surge una generación joven, en varias Iglesias de América Latina, que viven la utopía de la unidad y del diálogo. Ese andar desemboca en el Primer Movimiento Ecuménico, concretado en la creación de la Unión Latinoamericana de Juventudes Evangélicas, 1941, y poco después llega a América Latina el Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC). Algunos de esos jóvenes, 20 años después, serán quienes crearán el Movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL) del Comité Evangélico Latinoamericano de Educación Cristiana (CELADEC), que juegan un rol sustancial en la vida de las iglesias protestantes continentales.

Esos movimientos, pioneros en muchos sentidos, son los que comienzan a incorporar intelectuales católicos que participan del debate que empieza a darse al interior de la Iglesia Católica Romana. Esa decisión abre un gran debate con la Iglesia Institucional, que se incorpora tardíamente al diálogo ecuménico y veía con recelo ese proceso del "movimiento ecuménico" iniciado por sus propios laicos, pastores y pastoras.

Es sustancial mencionar que, en aquel momento se buscaba crear un modelo de ecumenismo diferente al clásico "conciliar-eclesial europeo” y que estuviese más en la sintonía de movimiento y menos articulado en lo vertical eclesial.

Tal propuesta adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que, al mismo tiempo, en algunos sectores del CMI (Consejo Mundial de Iglesias) existía la convicción de que la única formula conciliar era el modelo del CMI, que se impuso en Asia, África y Medio Oriente.

En ese aspecto, es aleccionador recordar que en los orígenes de la creación del CMI, en los años 30, se abrió la discusión sí el “movimiento ecuménico” debería conformarse en la unión de Iglesias o en la de los movimientos existentes. Roberto Ríos, quien fuera Rector de ISEDET, opinaba que: “entendemos la relación entre movimientos e iglesias como algo dialéctico. Unos presuponen a las otras y existen en función de ellas"

Oaxtepec, la Asamblea que en 1978 formuló las bases del CLAI, marca el fin de esta propuesta de un modelo diferente latinoamericano. El intento de reconocer e incorporar representantes de movimientos, una instancia plausible, no era ese el tema sino la flexibilidad estructural que permitiera una respuesta diferente en una sociedad dolorosamente dividida.

Federico Pagura, quien fuera el primer Presidente de CLAI pareciera plantear la misma preocupación desde otro ángulo en el artículo "Cristianismo en estado de conversión", publicado por Tierra Nueva en el libro “Puebla y Oaxtepec”, dice que "De todos modos, ante el desarrollo de un programa que va a demandar recursos humanos, tiempo y dinero, es bueno preguntarse frecuentemente que clase de unidad estamos buscando y para que."

Al proyectarnos hacia un ecumenismo que debemos construir, es fundamental referirse a ese pasado y aunque sea brevemente analizar el contexto del presente para encontrar hechos que ayuden entender el tiempo en que Dios nos coloca y los desafíos que tanto en la Iglesia como en el mundo debemos responder.

En la marea del vaivén de los procesos políticos, vivimos una etapa que se parece a los años 60, plena de expectativas, posibilidades y sueños, pero también muy diferente, donde parecería que los actores presentes aprendieron lo que pasó en los 70 y la fragilidad de como se habían construido esas expectativas.

El panorama actual es bastante confuso Hay países que por su peso político y económico controlan las mayores economías bajo la cual están más de la mitad de la población continental. Me refiero a Argentina, Brasil y Venezuela. Hay que tomar en cuenta que México, siendo la cuarta economía, quedó dividido entre dos opciones en su elección nacional. Por otro lado, a esos países se unen aquellos que no pudieron desarrollar la potencialidad que tienen, como lo son Bolivia y Ecuador y con la posibilidad de la transformación ciudadana de sus mayorías marginadas indígenas.

A este panorama se agregan Uruguay y Chile, dos países pequeños, pero avanzados en su estructura política. Nicaragua con la experiencia de una revolución frustrada, Cuba que puede aportar experiencia en técnicas en el campo de la educación y de la medicina. El conjunto es una fuerza formidable, para la creación de un proceso de cambios, de transferencia de recursos técnicos, humanos y desarrollo, pero al mismo tiempo presentan proyectos diferentes. Unos plantean cambios radicales dentro de un proceso democrático, otros llegan a confundirse con una social democracia, otros populismos casi revolucionarios

Hay contradicciones entre las teorías y las prácticas, entre los proyectos económicos (algunos no han cambiado el proyecto económico del gobierno que les precedió) y en como enfrentar el tema de la pobreza. Ignacio Ramonet, en un artículo que escribió hace unos meses en Le Monde Diplomatique decía: "Se está seguro que emerge algo nuevo, pero nadie sabe claramente cuales son sus perfiles y las consecuencias de eso".

Si se puede pensar que eso nuevo, que menciona Ramonet, apunta hacia una justicia social, una mayor equidad y la posibilidad que vastos sectores relegados podrán aspirar a una mejor calidad de vida o formación. La clave estaría en que se acepten las diferencias y se complementen a pesar de las diferencias.

Hay un hecho incontestable, los problemas más serios del planeta del futuro son energía y agua. La mayoría de estos países lo tienen, lo que provee condiciones de éxito de una propuesta de cambio. El “como” la Iglesia y su proyecto de Reino se conjugan con esta potencialidad, es algo que no hemos analizado seriamente y ecuménicamente, ni como Iglesias, ni como Movimientos.

Por otro lado, hay algo que debe reconocerse y asimilar. América Latina y Caribe han desaparecido del mapa ecuménico. No es una novedad. Esa realidad viene desde hace más de 20 años. Lo nuevo, es que ha sido muy claro en la última década. Nos hemos detenido a pensar el porqué de esa desaparición latinoamericana y caribeña.

Personalmente escuché muchas razones, pero no estoy seguro de que sean las verdaderas razones. ¿No será que ya no tenemos mucho que aportar, que el impacto de las ideas ha sido sustituido por la discusión estructural, que nos hemos vuelto como la Parábola de los Gansos de Kierkegaard?

Ernst Lange fue una de las mentes más brillantes que pasó por el Consejo Mundial de Iglesias. Tuve el privilegio de trabajar con él en la Unidad de Educación. Lamentablemente su enfermedad solo le permitió contribuir por un tiempo corto. Su libro “Y todavía se mueve, sueño y realidad del movimiento ecuménico” es un apasionado planteo sobre el futuro del movimiento ecuménico. Algunas de sus ideas siguen siendo relevantes a 40 años de distancia.

Lange plantea tres puntos vulnerables que denomina como “las tres cruces del mundo ecuménico”. La primera es la “brecha creciente en la credibilidad” de una unidad que es solo palabras y sin consecuencias directas. Las acciones del consenso verbal quedan en manos de las Iglesias.

La segunda cruz es que la Institución Ecuménica solo tiene el poder “de la sabiduría de sus argumentos”, pero las Iglesias, que son las que poseen el poder, tienen enormes dificultades de ejercitarlo al nivel ecuménico.

En ese punto es donde Lange establece la tercera cruz, afirmando que la única forma para que lo universal del acuerdo verbal concrete su apropiada praxis, es que llegue al miembro de la iglesia y pueda ser liberado de su aprisionamiento parroquial. Esa tremenda brecha ocurre hoy entre un ejercicio verbal y la posibilidad de hacerlo carne con la consecuencia de que afecte lo diario al nivel de la base.

El percibe el movimiento ecuménico como el mayor movimiento cristiano masivo de protesta contra la forma que la cristiandad, con sus alianzas cos poderes, se ha trasformado en exactamente lo opuesto de lo que debe ser. ¿Qué relevancia, qué importancia tiene este estar juntos ecuménicamente? ¿Que capacidad se tiene para renovar la Iglesia y la sociedad? ¿Que es lo que mueve al movimiento ecuménico y que es lo que está cambiando? afirma Lange.

Nietzsche lo dice de otra forma: “Yo no puedo creer en su Redentor hasta que ellos, sus discípulos, no se muestren mas redimidos”

Creo que tenemos aquí algunas puntas para una propuesta de futuro:

Dios nos coloca en un tiempo con desafíos y oportunidades, aquí, en nuestra América, con sus dolores y heridas de divisiones. Julio de Santa Ana lo plantea claramente en su libro Ecumenismo y Liberación, al decir que “En medio de esa tensa realidad están las Iglesias, expresión del pueblo redimido, liberado y reconciliado en y por Jesús Cristo. Recibiendo la vocación de plasmar relaciones fraternas entre sus miembros y entre ellas para así mostrar a los que viven en la división como Dios quiere a todo su pueblo, de la tierra habitada, viva en unidad” Debemos abrir los ojos a la realidad que nos rodea y al tiempo de Dios y con mentes abiertas reconocer como, juntos, podemos hacer un aporte que cree la diferencia.

El movimiento ecuménico debe tener la coherencia que de la credibilidad, entre lo que se dice en la universalidad ecuménica y la praxis concreta en el quehacer diario entre la gente. Hay que luchar por esa coherencia entre lo que afirmamos y el compromiso real. Debemos estar abiertos a que la unidad significa crecer en el caminar con libertad, aceptándonos con nuestras diferencias. No hay formas únicas. No hay quien tenga la verdad o la autoridad absoluta. Dios es más grande que nuestras pretendidas grandezas. El Reino es la meta última. El futuro reclama un ecumenismo que se consuma en la construcción de ese Reino que nos incluye a todos y todas

Pero tendremos que ir mas lejos como dice Julio de Santa Ana, “tenemos que bajarnos del caballo del dominador blanco” a la madurez ecuménica se llegara cuando haya un dialogo serio. En pie de igualdad, con las otras formas religiosas que existen en nuestras culturas+ (PE/Signos)

(*) Oscar Bolioli, uruguayo, pastor, es Presidente de de la IMU (Iglesia Metodista en Uruguay) . El presente artículo fue publicado en la revista Signos, del CLAI (Consejo Latinoamericano de Iglesias), número 46, diciembre de 2007.

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